Así como, en su conjunto, la crisis energética y sus implicaciones económicas han favorecido desde una cierta perspectiva la conservación del medio, aunque implicando a la vez notables costos sociales en inflación y desempleo, simultáneamente por otro orden de consideraciones puede suponer consecuencias ambientales negativas y restar recursos para la corrección de la contaminación.
La desaceleración del crecimiento económico que la crisis ha supuesto y la pérdida de cuotas de mercado han minorado las posibilidades de inversión productiva o al menos el interés empresarial en su expansión. Aunque teóricamente el incremento de los precios de la energía debería estimular reestructuraciones de procesos y sistemas tendentes a rebajar los consumos, de hecho los precios de los productos energéticos siguen siendo, aunque notablemente incrementados, todavía insuficientes para incitar prioridades de inversión. Desgraciadamente en la mayoría de los casos, en momentos de recesión como los actuales, la inversión más rentable, en términos económicos, es la dirigida a amortizar puestos de trabajo, bien a través de equipamientos sustitutivos, bien directamente mediante indemnizaciones por reducción de plantilla. En tales circunstancias, si ni siquiera la reconversión energética en sí tiene frecuentemente suficiente atractivo, menos puede esperarse que se canalicen medios hacia inversiones como la ambiental, que sabemos sólo tiene ventajas para la comunidad pero no afecta a la cifra interna de beneficios empresariales.
Además de esta repercusión general de signo desfavorecedor, determinadas implicaciones concretas de la crisis energética afectan sectorialmente a las condiciones ambientales, como reseñaremos a continuación.
Fuentes energéticas convencionales.
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